Justificación histórica: Antiguo Reino de Granada, Diciembre de 1568: Inicio de la Rebelión de los Moriscos. Ha nevado y hace mucho frío. Don Fernando (o Hernando) de Córdoba y Válor (1520-1569), Caballero Veinticuatro (1) de la ciudad de Granada, parte de viaje en dirección hacia el Valle de Lecrín, intentando eludir problemas personales. Al llegar a Béznar es recibido por su tío Fernando de Válor (2) y, con su influencia, es elegido para encabezar la rebelión, como Rey de Córdoba y Granada, tomando el nombre de Ibn Umayya (castellanizado como Aben Humeya). Se sigue el antiguo ritual nazarí para entronar a sus reyes: Jura sobre un libro del Corán. Es vestido de color púrpura. Sus seguidores le dan obediencia y besan sus manos. Manda hacer una bandera y elige capitanes para hacer la guerra…
Enero de 1569. Tiene lugar la decisiva batalla para el control del estratégico puente de Tablate, entre las tropas del marqués de Mondéjar y los moriscos capitaneados por Gironcillo y el Randati.
Julio de 1569. Don Antonio de Luna y Valois (1512-1593), VI Señor de Fuentidueña (Segovia) y I Señor de Huétor Tájar, Capitán de la Vega, hombre cuidadoso y diligente, siguiendo instrucciones de Don Juan de Austria, hace una sangrienta incursión militar por Saleres y Restábal, para sofocar las revueltas de los moriscos, encabezadas por el wali (capitán) Nacoz de Niguelas. En ésta acción murió el valeroso capitán manchego Don Alonso de Céspedes (1518-1569), conocido como “el Alcídes castellano”, que era el Gobernador del presidio y la plaza fuerte de Tablate: cuando se recuperó su cadáver, fue llevado en procesión a la iglesia de Restábal y al lado del Evangelio fue enterrado, rindiendosele un solemne funeral con grandes honras militares.
La Historia, nos habla a través de los Cronistas de la época (en ocasiones con total parcialidad a favor del bando “ganador”): “Don Hernando de Córdoba y de Válor era morisco, hombre estimado entre los de aquella nación. … Este era mozo liviano, de poco fundamento, aparejado para cualquier venganza, y sobre todo, pródigo. Su padre se decía don Antonio de Válor y de Córdoba, y andaba desterrado en las galeras por un crimen de que había sido acusado; y aunque eran ricos, gastaban mucho, y vivían muy necesitados y con desasosiego; … don Hernando estaba estos días preso, la casa por cárcel, por haber metido una daga en el cabildo de la ciudad de Granada, donde tenía una Veinticuatría. Viéndose con necesidad, acordó de venderla a otro morisco, vecino de Granada, llamado Miguel de Palacios, por precio de mil y seiscientos ducados; la mesma noche que había de pagarle el dinero, el licenciado Santarén, alcalde mayor de aquella ciudad, mandó a un alguacil y en acabando de contar el dinero, se lo embargó. Hallándose pues don Hernando sin Veinticuatría y sin dineros, determinó de quebrantar la carcelería y dar consigo en la Alpujarra; y con sola una mujer morisca que traía por amiga y un esclavo negro, salió de Granada otro día luego siguiente, jueves 23 de diciembre (1568), y durmiendo aquella noche en la almacería de una huerta, caminó el viernes hacia el valle de Lecrín, y en la entrada del encontró con el beneficiado de Béznar, el cual le dijo que no pasase adelante, porque la tierra andaba alborotada y había muchos monfís en ella; mas no por eso dejó de proseguir su viaje, y llegó a Béznar y posó en casa de un pariente suyo, llamado el Válori, de los principales de aquel lugar. Aquella noche se juntaron todos los Váloris, que era una parentela grande, y acordaron que pues la tierra se alzaba y no había cabeza, sería bien hacer rey a quien obedecer. Y diciéndolo a otros moros de los rebelados, que habían acudido allí de tierra de Órgiba, todos dijeron que era muy bien acordado, y que ninguno lo podía ser mejor ni con más razón que el mesmo don Hernando de Válor, por ser de linaje de reyes y tenerse por no menos ofendido que todos. Y así, le eligieron y alzaron por rey. Estando pues el lunes por la mañana, a hora de misa, don Hernando de Válor delante la puerta de la iglesia del lugar con los vecinos dél, asomó por un viso que cae sobre las casas a la parte de la sierra, Farax Aben Farax con sus dos banderas, acompañado de los monfís que habían entrado con él en el Albaicín, tañendo sus instrumentos y haciendo grandes algazaras de placer, como si hubieran ganado alguna gran vitoria. El cual, como supo que estaba allí don Hernando de Válor y que le alzaban por rey, se alteró grandemente, diciendo que, cómo podía ser que habiendo sido él nombrado por los del Albaicín, que era la cabeza, eligiesen los de Béznar a otro; y sobre esto hubieran de llegar a las armas. Farax daba voces que había sido autor de la libertad, y que había de ser rey y gobernador de los moros, y que también era él noble del linaje de los Abencerrajes. Los Váloris decían que donde estaba don Hernando de Válor no había de ser otro rey sino él. Al fin entraron algunos de por medio, y los concertaron desta manera: que don Hernando de Válor fuese el rey, y Farax su alguacil mayor, que es el oficio más preeminente entre los moros cerca de la persona real. Con esto cesó la diferencia, y de nuevo alzaron por rey los que allí estaban a don Hernando de Válor, y le llamaron Muley Mahamete Aben Humeya, estando en el campo debajo de un olivo. El cual, por quitarse de delante a Farax, el mesmo día le mandó que fuese luego con su gente y la que más pudiese juntar a la Alpujarra, y recogiese toda la plata, oro y joyas que los moros habían tomado y tomasen, así de iglesias como de particulares, para comprar armas de Berbería. Este traidor, publicando que Granada y toda la tierra estaba por los moros, yendo levantando lugares, no solamente hizo lo que se le mandó, mas llevando consigo trescientos monfís salteadores, de los más perversos del Albaicín y de los lugares comarcanos, a Granada, hizo matar todos los clérigos y legos que halló captivos, que no dejó hombre a vida que tuviese nombre de cristiano y fuese de diez años arriba, usando muchos géneros de crueldades en sus muertes”. Extracto del Capítulo VII de “Historia de la rebelión y castigo de los Moriscos del Reino de Granada”, de Luís del Mármol Carvajal (1600).
Notas:
Caballero Veinticuatro: Regidor de la ciudad. Cargo público similar a los actuales ediles o concejales. Tras la conquista de Granada (1492), los Reyes Católicos dieron en guarda las puertas de la ciudad a 24 caballeros capitanes como regidores del Concejo Municipal, de donde se tomó llamar Veinticuatros a éstos caballeros. Se asignó el edificio de la Madraza para casa del Cabildo y determinadas propiedades y rentas como medio de obtener los recursos necesarios para los gastos de la ciudad.
Fernando de Válor “el Zaguer” (el menor), también conocido como Aben Xaguar: hijo de Hernando de Córdoba y tío de Aben Humeya. Hombre de gran autoridad y de consejo maduro, entendido en las cosas del Reino y de su Ley. Era Alguacil de Cádiar. Los Reyes Católicos concedieron el Señorío de los Válores a don Hernando de Córdoba, perteneciente al clan de los Omeya y a la tribu Quraysh (tribu árabe que controlaba La Meca y su Kaaba) que fijó su residencia en “Válor el Alto” y añadió el nombre de Válor a su apellido. Su familia, muy bien considerada entre los moriscos, era conocida como “Los Valoríes”.
Datos de la ruta:
Itinerario: Saleres - Río de las Albuñuelas - Barranco de las Arenas - Restábal - Río Ízbor - Cola Este del embalse de Béznar - Río Torrente - Melegís - Río Torrente - Murchas - Rambla río Torrente - Talará - Barranco de Chite - Cerro Redondo - Lavadero de Béznar - Béznar - Puente Morisco de Tablate - Ermita de la Virgen de las Angustias - Ruinas de Tablate.
Recorrido: 16 kms. Lineal.
Dificultad: Esta ruta tanto por su trazado como por su requerimiento físico, se puede catalogar como de dificultad Media. Grado 53, Medio, de dificultad IBP. Ver más datos IBP aquí>>>
Acumulado: 415 m subiendo; 391 m bajando.
Media: 3 kms/h.
Tiempo en movimiento: 5 horas.
Descripción:
Esta ruta enclavada en la comarca del Valle de Lecrín nos permite conocer el municipio de El Valle y parte del municipio de Lecrín y de El Pinar. El Valle se constituye por la agrupación de tres localidades, teniendo en Restábal su ayuntamiento y como pedanías a las localidades de Saleres y Melegís. Por otra parte, el municipio de Lecrín se constituye por el agrupamiento de 7 localidades, que tienen su sede principal en Talará y como pedanías a Acequias, Béznar, Chite, Mondújar, Murchas y los Peloteos. Mientras que el municipio de El Pinar, está formado por Pinos del Valle, Izbor, Los Acebuches y el despoblado de Tablate.
Empezamos a caminar enSaleres, la localidad de El Valle que se encuentra más al Este, dejando el coche junto a la Fuente de los Tres Caños, para adentrarnos en las callejuelas que nos conducen hasta la Plaza de la Iglesia de Santiago Apóstol, del siglo XVI. Estos espacios transmiten una sensación muy intensa de paz y tranquilidad, acompañada por el piar de los pájaros y el fuerte maullido de un gatillo que se acerca a nosotros buscando una caricia que nos aprestamos a darle. Contemplamos el bonito empedrado de la plaza que hay ante el pórtico principal de la iglesia y cerramos el círculo para bajar ahora hasta el barranco por el que transcurren las claras y transparentes aguas del río Albuñuelas.
Tomamos el camino viejo hacia Restábal. Vadeamos por un pontón el río y dejamos a nuestra derecha un gran molino para emprender la subida de una empinada y cementada rampa que poco a poco nos permite coger altura dirección Suroeste. Hermosos y recargados ejemplares de naranjos y limoneros nos rodean por todas partes, bien protegidos por centenarios ejemplares de olivos en su inmensa mayoría de la variedad lechín.Caminamos por el sendero E-4/GR-7 y sin apenas darnos cuenta hemos cogido una cota que nos obsequia con espectaculares vistas de Saleres, del frondoso valle y al noreste la mole nevada del Pico del Caballo, una de las grandes cumbres de Sierra Nevada (el “Tres mil” situado más hacia el Sur).
Poco a poco, y sin dejar de estar escoltados por los omnipresentes naranjos, limoneros, mandarinos y algún que otro aguacate, nos vamos acercando hastaRestábal, la capital del municipio de El Valle.
Tras bajar hacia la zona donde se unen el barranco de las Cuevas y el de las Arenas, lo vadeamos y subimos, en suave pendiente hasta llegar al casco urbano de Restábal, situado al pié del cerro de los Canjorros.
Dejamos a la derecha, la antigua casa señorial blasonada de la familia de Don José Rosales: con el escudo más colorido y mejor conservado de los existentes (tiene un León, una cruz patriarcal, un sol con estrellas, Cinco torres, Damero, Tres llaves y Cruz de Santiago).
Pasamos junto a su espléndido ayuntamiento, con un gran reloj que marca las 10 horas y 13 minutos y nos acercamos hasta la “daliniana y surrealista” rotonda de Los Huevos, que nos llama poderosamente la atención. La rotonda está situada en la calle Calvario. El monumento lleva por título “Ab malo usque ad ova” (“De la manzana a los huevos”) fue inaugurado en abril de 2010 y es obra de Víctor Borrego Nadal, Doctor en Bellas Artes y Profesor de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de Granada. Representa la idea del origen, del pasado.
Desde allí nos dirigimos a conocer la bella iglesia de San Cristóbal, de claro estilo mudéjar (siglo XVI). Es una de las más antiguas del Valle de Lecrín y sede de una de las tres parroquias en las que se dividía la Comarca. En 1965 sufrió un incendio que destruyó por completo retablos, imágenes y la armadura del techo, dejando intactos sólo los muros. Perdiéndose los valiosos archivos históricos que guardaba. Esta iglesia está rodeada de un amplio mirador hacia el valle de las Albuñuelas y tiene un espléndido empedrado.
Dejamos a la derecha la antigua Fuente del Camino Real y poco después, a la izquierda el Altar a la Virgen del Destierro (1823). La actual imagen de la Virgen fue regalada por los Escolapios de Granada en 1965 al pueblo de Restábal a raíz del incendio de la iglesia parroquial. Junto al Altar se canta la Salve de Restábal el día de San Cristóbal, el día del Corpus Christi y el día de Santa Ana.
Bajamos por un antiguo sendero hasta el valle por el que transcurre el río Ízbor, resultante de la confluencia del río Dúrcal y el de las Albuñuelas, que caudaloso y transparente conduce sus aguas hasta la cola del embalse de Béznar que las recibe con satisfacción y las conserva para ir siendo reguladas posteriormente.
Atravesamos por un puentecillo el río Torrente y seguimos ahora las indicaciones de la Ruta del Azahar, que poco a poco y en contínua subida nos lleva hasta las primeras calles de Melegís, otro de los pueblos del municipio de El Valle.
Melegís tiene una gran iglesia mudéjar, y una plaza con un viejo olmo que clava profundamente sus raíces y se aferra envejecido a la vida de este pueblo. Volvemos a caminar tranquilamente por estrechas callejuelas, acercándonos hasta el antiguo lavadero público muy bien conservado y con abundancia de agua, para ir saliendo dirección norte de la localidad, atravesando de nuevo el río Torrente.
Subimos ahora por un carril cementado entre multitud de naranjos, hace frío y corre un cortante viento, pero el cielo azul claro y el color de los cítricos pone hermosos contrastes en el paisaje. Sin apenas darnos cuenta recorremos los escasos dos kilómetros que nos meten de lleno en Murchas, entrando ahora a recorrer éste anejo del municipio de Lecrín.
Murchas es pequeño, pero tiene una gran iglesia mudéjar, gente acogedora y ese aire propio de pueblos anclados en el tiempo. Atravesamos la rambla del río Torrente y a unas centenas de metros, a la derecha, vemos la ermita del Cristo del Zapato de Talará, y después de subir una empinada rampa que bordea el campo municipal de fútbol llegamos de lleno al corazón de Talará, localidad que es la sede municipal de Lecrín.
Llegamos frente a la parroquia de la Concepción para encaminarnos hacia el barranco de Gudey o del Arrendate (más abajo de Chite), en donde está el monumento a Zoraya la mujer del rey nazarí Muley Hacén, que retorcida se debate en su fé. Frente al monumento, tomamos la calle de la izquierda, por el Barrio de la Purísima o de las Eras (antiguo pago agrícola del Burguil) que directamente nos lleva al paso subterráneo bajo la autovía E-902/A-44 que va hacia la Costa, tomando ahora a la derecha la antigua carretera por la que vamos a caminar ahora un kilómetro y medio, para volver a cruzar por otro paso bajo la autovía y empezar a bajar fuertemente hacia Béznar, no sin antes visitar el espectacular lavadero "El Chorreón", allí existente.
Béznarcrece a lo largo de la antigua carretera y caminamos dirección Oeste encontramos la ermita de San Antón, custodiada por una gigantesca estatua de un arcabucero, personaje tradicional que clava sus raíces de lleno en el levantamiento morisco.
Saludamos al arcabucero que da sus espaldas al embalse de Béznar y Pinos del Valle y mira a la puerta de la ermita de San Antón, para dejar la carretera antes de cruzar el puente de Isabel II sobre el barranco de Quete, tomando un carril que vuelve a subir fuertemente por el lado derecho del barranco. Pronto llegamos a otro paso subterráneo que nos permite volver a superar la barrera de la autovía y llegar al carril de servicio, la antigua carretera de la Costa que tomamos girando a la derecha.
Bajamos hasta la rotonda y ahora toca caminar girando a la izquierda por la carretera de Lanjarón, con toda precaución, por el arcén hasta, cruzándola, tomar la antigua carretera que gira totalmente para adentrarse de lleno en el impresionante barranco de Tablate. Abajo nos esperan dos puentes, el nuevo y el viejo puente morisco, testigo mudo de escaramuzas, sangrientos encuentros entre moros y cristianos, constituidos en la puerta de acceso a la Alpujarra, la llave de paso.
En reverente silencio lo contemplamos, vemos el sombrío y profundo barranco por la que la cantarina agua transcurre y parece como si unos y otros se escondieran avizores entre las piedras de ambos lados del puente. ¡Si las piedras hablaran, la de historias que nos contarían!
Antes de abandonar el paraje, nos acercamos a visitar la venerada ermita-capilla de la Virgen de las Angustias, muy reverenciada por los lugareños de la zona y poco más adelante de la carretera llegar hasta el importante cruce en donde se encuentra la ahora cerrada Venta de las Angustias. Allí mismo, a la izquierda, en la misma curva, se inicia un sendero que luego se abre en carril y sube hasta el abandonado pueblo de Tablate.
Visitar las abandonadas casas de Tablate, asomarse a las ruinas de su iglesia y pensar en el afanoso quehacer de las gentes que hasta hace muy poco lo habitaban ponen un curioso final a esta ruta, que nos lleva a concluir pensando en lo efímero de esta vida.