Justificación histórica: El marqués de Mondéjar partió de Dúrcal, el 9 de Enero de 1569, con 1800 infantes a pie y 90 caballos, rumbo a Tablate, de gran importancia estratégica, pues en él se encontraba el puente de Tablate (puerta de acceso a la Alpujarra), bajo control de las tropas de Aben Humeya. Pasaron la noche en Chite y a la mañana siguiente alcanzaron el lugar, donde se desarrolló una batalla por el control del mencionado puente. Una vez ganada la batalla, el marqués ordenó reconstruir el puente para que la caballería y la artillería pudieran pasar al otro lado sin peligro, internándose así en territorio de la Alpujarra.
Su nuevo objetivo era llegar a socorrer Órgiva, donde un pequeño grupo de cristianos resistía parapetados en la torre de Albacete, el intenso y largo asedio de los monfíes musulmanes. Tras cruzar el puente se dirigió a Lanjarón, donde tuvo alguna escaramuza con las tropas moriscas que allí lo estaban esperando, pero los monfíes se valían más de su conocimiento del terreno y lo escarpado de éste para lanzar emboscadas y retirarse rápidamente, siendo esta una táctica más orientada a causar molestias y retraso en el avance del ejército cristiano, que a causarle un número de bajas considerables. La situación en Órgiva, tras 17 días de asedio, era límite, por lo que el marqués le dió el mando a su hijo don Fernando, de unos cuantos hombres para que tomaran posiciones altas donde estaban los monfíes emboscados, mientras éste partió presto hacia Órgiva. Cuando los sitiados vieron aparecer al marqués con su ejército, levantaron las defensas y salieron a combatir a los atacantes. La acometida de ambos ejércitos sobrepasó a los moriscos que tuvieron que levantar el asedio y retirarse. De esta manera el marqués de Mondéjar puso fin al asedio de Órgiva tras 17 días. Después de dejar algunos hombres para la defensa del pueblo, el marqués salió del Albacete de Órgiva, el día 13 de Enero, y se dirigió hacia la taha de Poqueira, pues en Bubión, emplazamiento muy fácilmente defendible, las tropas de Abén Humeya la habían convertido en plaza fuerte y habían llevado gran cantidad de tropas, víveres, así como a sus familias y bienes. Además al marqués le habían llegado noticias de que el caudillo morisco concentraba allí a sus tropas con la intención de plantarle cara en batalla. Luego de la batalla, Poqueira fue tomada y los cristianos se hicieron con un gran botín y un gran número de prisioneros y esclavos.
Las crónicas de la época nos dicen sobre estos sucesos: “Llegado el marqués a Órgiva socorrió la torre, en término que si tardara, era necesario perderse por falta de agua y vitualla cansados de velar y resistir. … Socorrida y proveída Órgiva de vitualla, munición y gente, la que bastaba para asegurar las espaldas al campo, mandando volver a Granada a orden del conde su hijo cuatro compañías de caballería, y una de infantería para guarda de la ciudad, partió contra (la tahá de) Poqueira donde tuvo aviso que Aben Humeya había parado resuelto de combatir: juntó con su gente dos compañías, una de infantería y otra de caballos, que le vino de Córdoba. Cerca del río que divide el camino entre Órgiva y Poqueira, descubrió los enemigos en el paso que llaman Alfajarali. Eran cuatro mil hombres los principales que gobernaban apeados: hicieron una ala delgada en medio, a los costados espesa de gente como es su costumbre ordenar el escuadrón; a la mano derecha cubiertos con un cerro, había emboscados quinientos arcabuceros y ballesteros; demás de esto otra emboscada en lo hondo del barranco luego pasado el río, de mucho mayor número de gente. La que el marqués llevaba serían dos mil infantes y trescientos caballos en un escuadrón prolongado guarnecido de arcabucería y mangas, según la dificultad del camino. La caballería, parte en la retaguardia, parte a un lado, donde la tierra era tal que podían mandarse los caballos, pero guarnecida asimismo de alguna infantería; porque en aquella tierra, aunque los caballos sirvan más para atemorizar que para ofender, todavía son provechosos. Apartó del escuadrón dos bandas de arcabucería y cien caballos, con que su hijo don Francisco fuese a tomar las cumbres de la montaña; en esta orden bajando al río, comenzó a subir escaramuzando con los enemigos; mas ellos cuando pensaron que nuestra gente iba cansada, acometieron por la frente, por el costado y por la retaguardia, todo a un tiempo; de manera que casi una hora se peleó con ellos a todas partes y a las espaldas, no sin igualdad y peligro; porque la una banda de arcabucería estuvo en términos de desorden, y la caballería lo mismo; pero socorrió el marqués con su persona los caballos, y enviando socorro a los infantes. Viendo los enemigos que les tomaba los altos nuestra arcabucería, ya rotos se recogieron a ellos con tiempo, desamparando el paso. Siguióse el alcance más de media legua hasta un lugar que dice Lubien: la noche y el cansancio estorbó que no se pasase adelante; murieron de ellos en este reencuentro casi seiscientos, de los nuestros siete; hubo muchos heridos de arcabuces y ballestas. Don Francisco de Mendoza, hijo del marqués, y don Alonso Portocarrero fueron aquel día buenos caballeros, entre otros que allí se hallaron: don Francisco cercado y fuera de la silla, se defendió con daño de los enemigos rompiendo por medio. Don Alonso, herido de dos saetadas con yerba, peleó hasta caer trabado del veneno usado desde los tiempos antiguos entre cazadores... Entrose Poqueira lugar tan fuerte, que con poca resistencia se defendiera contra mucho mayores fuerzas. Los moros confiándose del sitio le habían cogido por depósito de sus riquezas, de sus mujeres, hijos y vituallas: todo se dió a saco; los soldados ganaron cantidad de oro, ropa, esclavos, la vitualla se aprovechó cuanto pudo; más la prisa de caminar en seguimiento de los enemigos, porque en ninguna parte se afirmasen, y la falta de bagajes en que la cargar y gente con que asegurarla, fue causa de quemar la mayor parte, porque ellos no se aprovechasen. Partió el marqués el día siguiente de Poqueira, y vino a Pitres donde se detuvo curando los heridos, dando cobro a muchos cautivos cristianos que libertó, ordenando las escoltas y tomando lengua. Alcanzáronle en este lugar dos compañías de caballos de Córdoba y una de infantería; en él tuvo nuevo cómo Aben Humeya con mayor número de gente le esperaba en el puerto que llaman de Jubiles, lugar a su parecer de ellos donde era imposible pasar sin pérdida”.
(Diego Hurtado de Mendoza, “Guerra de Granada”)
LEYENDA DEL BARRANCO DE LA SANGRE Hasta nuestros días ha llegado un antiguo relato, situado entre el mito y la leyenda: En un barranco, digno de admiración, situado en el término municipal de La Tahá, entre Pórtugos y Soportujar, tuvo lugar una cruenta batalla entre moros y cristianos. La lucha entre ambos fue tan encarnizada, que hubo más de dos mil muertos y por el barranco bajaban "ríos" de sangre entre montañas de cadáveres... desde entonces el lugar es conocido como el Barranco de la Sangre. Una versión del relato nos dice que la sangre de los cristianos corría hacia arriba y la de los moros hacia abajo, pero sin mezclarse nunca... La creencia de los dos tipos de sangre corriendo en dirección opuesta es el reflejo de la sociedad de la época medieval, donde el honor estaba relacionado con la sangre y el linaje: La limpieza de sangre era lo más importante, incluso por encima de la riqueza y el poder. La peor afrenta para un "cristiano viejo" era ser acusado de llevar sangre "infecta", es decir, sangre de moro o judío. Por eso en esta leyenda no es casual que las sangres no se mezclen. Los cristianos no pueden permitir que su sangre se mezcle con la de los "infieles". De igual modo que tampoco es casual la dirección de la sangre: la de los cristianos hacia arriba (como en un milagro), hacia el cielo, ya que se trata de sangre de mártires. En cambio la sangre musulmana cae al abismo, hacia las profundidades de la tierra, donde aparece el infierno.
Otra versión cambia la dirección en que fluía la sangre. La derramada por los cristianos corrió por la cañada abajo, según lo natural, mientras que la de los moros corrió hacia arriba. En este caso la dirección también es un símbolo. En el caso de los cristianos, la sangre baja en dirección normal, como personas decentes y morales que son; en cambio la sangre musulmana va en dirección contraria, de igual modo que su fé se ha desviado.
En el ámbito de lo paranormal, se dice que éste lugar tiene una gran impregnación, marcada por la sangre humana derramada; se han visto sombras y apariciones, perros fantasmales parecidos a los mastines (como los que llevaban las tropas cristianas), se escuchan voces en árabe, …
Los cronistas no relatan ninguna batalla en éste lugar y no se han encontrado ningún tipo de restos arqueológicos que puedan verificar la leyenda... Una hipótesis: la zona es rica en mineral de hierro y las corrientes de agua que se filtran por el subsuelo se tiñen de color rojizo y anaranjado, dando lugar a las "fuentes agrias" (Pórtugos, Pitres, Ferreirola, etc.). El río Bermejo, el más importante de la zona, toma su nombre del color "bermejo" que tienen sus aguas.
Datos de la ruta:
Itinerario: Pampaneira - Bubión - Castañar Centenario - Peñón del Ángel - Barranco de la Sangre - Capilerilla - Pitres - Atalbéitar - Río Bermejo - Pórtugos - Fuente Agria - Ermita de Ntra. Sra. de las Angustias - Busquístar.
Recorrido: 13 kms, lineal.
Dificultad: Media-Alta, ya que hay que superar fuertes desniveles por senderos empinados y con abundante piedra suelta desde Pampaneira hasta el Peñón del Ángel. El índice de dificultad IBP es 75. Ver más información IBP aquí>>>
Acumulado: 801 m subiendo; 668 m bajando.
Tiempo en movimiento: 4 h 56 min
Media: 3 kms/h.
Descripción:
Pampaneira, valle del Poqueira (1.058 m.s.n.m.). De reojo consulté el termómetro y marcaba 2º C, eran algo más de las 9 de la mañana y en el parking municipal hacía un frío que pelaba y aunque el cielo estaba claro y limpio, con un sol brillante, las altas cumbres nevadas de la sierra se perfilaban con densos girones movedizos que mostraban fuertes ventiscas. Pues nada, toca abrigarse bien y empezar a caminar por el entorno del Barranco del Poqueira, que agrupa a las localidades de Pampaneira, Bubión y Capileira.
Callejeamos por sus casi desérticas calles (no se ven pampanurrios/jumaos, ni visitantes: nacionales o “guiris”), pasando primero bajo un gran tinao que nos pone a las puertas del Ayuntamiento y del Colegio Público Rural “Barranco de Poqueira”. Un zigzag y estamos en la Plaza de la Libertad, junto a la Iglesia Parroquial de la Santa Cruz (construida entre 1726 y 1730, por el obispo Francisco de Perea), centro neurálgico de la localidad. Pasamos junto al Pilar-Fuente de San Antonio, también conocido como “La Chumpaneira”: su nombre es fruto del humor granadino que ha formado la palabra por la contracción y mezcla de la palabra inglesa “chumming” (arrojar cebo a los peces) y el nombre castellano “Pampaneira”, dando a entender que “si bebes de las aguas de la fuente, picas como los peces el anzuelo… y quedas enganchado a sus aguas”.
Seguimos caminando por callejuelas estrechas y empinadas, subiendo sin parar para ir cogiendo altura y buscar el sendero GR-7 que bordeando la ladera izquierda del barranco del Poqueira nos llevará directamente hasta Bubión, que se nos muestra tímidamente estirado en las alturas. Algo más arriba, en la lejanía, las moteadas blancas casas de Capileira y de telón de fondo la claridad absoluta de la nieve de Sierra Nevada.
Se trata de una subida continuada por un muy bien cuidado sendero, escoltado de huertos, frutales y sobre todo de espectaculares castaños que aparecen en esta época invernal desprovistos de hoja y esperando que la primavera y el retoñar de sus incipientes brotes se manifieste. Pero para eso habrá que esperar a que la estación avance. Todo llegará como siempre llega. Conforme camino, recuerdo aquel poema de Pablo Neruda que dice: “Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera.” ¡Y qué verdad más grande!
Con estos filosóficos pensamientos, absorto en las rugosidades misteriosas del tronco de los castaños, sorprendido de los chupones de hielo que de vez en cuando aparecen en las caídas y salpiques del agua, y tras vadear el barranco del Cerezo, llegamos casi sin darnos cuenta a Bubión.
Bubión, valle del Poqueira (1.324 m.s.n.m.). Hemos subido sin parar fuertes pendientes, sin prisa pero sin pausa. El sol a esta altitud y dirección se ha hecho presente y nos regala generoso su calorcillo que se agradece visiblemente, a la vez que las primeras fuentes de Bubión del Revellín y Hondera con sus antiguos lavaderos adosados, nos ofrecen su sonora y refrescante bienvenida. La iglesia parroquial de Nuestra Señora del Rosario se presenta grandiosa y paramos junto a su mirador para contemplar unas hermosas panorámicas del Barranco del Poqueira. La antigua torre de la iglesia fue utilizada por Abén Humeya a modo de castillo...
Rodeamos la iglesia para llegar a la Plaza del Doctor Pérez Ramón: con una antigua y borboteante fuente de cuatro caños en el centro y el edificio del Ayuntamiento al otro lado. Casas típicas con su cubiertas de lajas de pizarra y launa, pimientos rojos secándose en los balcones, portones antiguos, calles estrechas y empinadas, y mucha paz y sosiego. Caminar por las calles de Bubión y contemplar su muy bien cuidada arquitectura perfectamente conservada es todo un placer y un deleite, ya que en Bubión se ha sabido respetar lo auténtico y eso es algo que agradece el caminante.
Unas cuantas fuentes y lavaderos más y llegamos hasta la carretera A-4129 (sus 3´75 km llevan desde el cruce de la carretera A-4132 hasta Capileira pasando por Bubión) que cruzamos para tomar el desvío señalizado del sendero GR-7 y que seguiremos tomando como referencia. Nos hemos pasado al otro lado del pueblo y empezamos la serpenteante subida que nos llevará hasta la cima del Peñón del Ángel que aparece al Sur y en todo lo alto.
Antes pasamos junto a la Ermita de San Antonio (reedificada sobre sus antiguas ruinas en 2006 e inaugurada el 13 de Junio de 2007, festividad del santo co-patrono de Bubión) y hacemos el circuito perfectamente diseñado y conservado por el Castañar Centenario. Inmensos ejemplares de castaños nos contemplan y sobre todo uno espectacular, parece como que nos mira en sus arrugas y mueve sus brazos, vigilante del entorno como “Bárbol”: el “ent”, Guardián del bosque de Fangorn, de “El Señor de los Anillos”.
Dejamos el castañar y ponemos todo nuestro empeño en ascender por un sendero estrecho y bastante empinado, pero muy bien trazado y que poco a poco y con una curva tras otras, va cogiendo altura, de forma que en cada cambio de dirección el espectáculo del Poqueira y de Sierra Nevada no deja de maravillar con fabulosas vistas cada vez más aéreas.
Pasados los castaños centenarios y escondida entre encinas se encuentra una gran piedra con un hueco interior tallado a mano: es la Artesa de los Moros.
Casi sin enterarnos, por nuestro andar pausado, coronamos y la recompensa está en la cima del Peñón del Ángel (1.609 m.s.n.m.), como siempre y todo lo dicho anteriormente se multiplica con creces. Vale la pena sentarse sobre la roca y detenerse unos minutos, respirando pausadamente para contemplar y disfrutar del paisaje.
Al otro lado del barranco del Poqueira, sobre el cerro de la Atalaya, divisamos el Centro Budista inaugurado en 1980 y que el Dalai Lama, en su visita al lugar, en 1982, bautizó como “O Sel Ling” (“Lugar de luz clara”).
Volvemos a caminar ahora dirección sureste sin dejar el GR-7 y toca descender y llanear consecutivamente. El barranco del Poqueira se queda a nuestra espalda y desaparece, comenzando a acceder por las alturas al territorio que recorreremos a continuación: la Tahá de Pitres, una agrupación de municipios constituida por Capilerilla, Pitres, Mecina, Mecinilla, Fondales, Ferreirola y Atalbéitar.
Pero antes, hemos de pasar por un paraje muy emblemático de la rebelión morisca: el Barranco de la Sangre, lugar que, según la leyenda, fue testigo de luchas y escaramuzas en la época del levantamiento y en donde murieron muchas criaturas de tal forma que las aguas del barranco bajaban rojas de la sangre y de tan milagrosa manera separada en sus aguas que la sangre cristiana subía mientras la de los moros bajaba sin juntarse. Cosas de las leyendas y de los cuentos…
Seguimos después por un amplio carril, dirección oeste, enmarcado de cedros, pinos, chaparros y encinas, así como con la típica vegetación del bosque mediterráneo, por la que se conoce como la Vereda de la Peña del Ángel a la Loma de los Secanos. Una agrupación típica de casas alpujarreñas se nos viene como encima. A la izquierda del camino, vemos la Fuente y el Lavadero Escardá (cubierto por un tinao) y cuyas aguas quedan recogidas en una alberca. Poco a poco, vamos entrando en las primeras callejuelas de Capilerilla.
Capilerilla, la aldea más alta del municipio de La Taha (1.377 m.s.n.m.). Se antoja auténtica, pequeña, recóndita, silenciosa, aparentemente deshabitada, hay más gatos que personas. Parece como si el tiempo se hubiera detenido en una pasada época, cuando era conocida como Capileira de Ferreira.
A la derecha vemos las instalaciones del Hotel Rural “La Capilerilla”, entre las que se cuenta un observatorio astronómico internacional inaugurado en Noviembre de 2009 y financiado en parte por Suecia (2 telescopios) y Japón (1 telescopio).
Encontramos la indicación que nos señala dirección Pitres y por la calle de la Fuente de Aben Aboo (rey morisco tras el asesinato de Aben Humeya), comenzamos a bajar hasta el casco urbano de Pitres, sede municipal de La Taha.
Este camino está junto a un torrente que baja caudalosamente ruidoso y nos da escolta hasta llegar a las primeras casas del pueblo.
Pitres, sede municipal de La Taha (1.200 m.s.n.m.). Atravesamos un par de inmensos tinaos adornados de multitud de macetas y accedemos a la Plaza Mayor de Pitres, en donde se encuentra su consultorio, la iglesia con su singular torre y el ayuntamiento de la Taha, con un espléndido soportal que cobija un pintoresco azulejo explicativo de los diferentes pueblos que conforman la Tahá de Pitres, orientados a los cuatro puntos cardinales.
Comentamos la anécdota de que Pitres fué políticamente declarado como pueblo con puerto de mar, y con la broma en los labios miramos los pocos “bárbaros” que indolentemente pasean… Una nota: lo de “bárbaros” le viene a las gentes de éste lugar desde los cruentos sucesos acaecidos en el Barranco de la Sangre....
Seguimos callejeando por Pitres hacia el Oeste, para atravesar la carretera comarcal A-4132 (que con sus 41´78 kilómetros enlaza Órgiva y Trevélez) y tomar el cruce señalizado como GR-7 hasta la población de Atalbéitar.
Dejamos atrás las viviendas y andamos por un precioso sendero que baja por el barranco del río Bermejo, así llamado a causa de la abundancia de hierro en sus aguas. El río está salpicado de cascadas (chorreones), molinos y fuentes ferruginosas (aguagria).
Vadeamos el río Bermejo con cuidado, ya que sus aguas descienden abundantes y rápidas y nos detenemos a observar el lecho rojizamente herrumbroso que tiene, confirmación de la abundante presencia del mencionado mineral.
Por la otra ladera superamos ascendiendo el barranco por un aéreo sendero, hasta coger altura y sin más problema llegar hasta un carril asfaltado que nos conduce a la entrada misma de Atalbéitar.
Atalbéitar, la aldea más oriental del municipio de La Taha (1.150 m.s.n.m.). Su nombre proviene del árabe “Harat-al-beitar”: Barrio del Veterinario. Es otro de esos pueblos alpujarreños, por los que el tiempo se remansa. No puede accederse en coche y parece como que de golpe se entra en un lugar místico detenido en el pasado. La iglesia queda a la izquierda, casi invisible...Hay silencio de voz humana, signo de su despoblamiento, pero a cambio se oye el correr del agua bajo nuestros pies, murmullo del agua abundante al caer de los caños de las fuentes y el canto etéreo y armonioso de los pájaros. En la plaza que cobija a la gran Fuente de Atalbéitar, con tres generosos caños, hay unos poyetes de piedra, desgastados y acogedores que nos invitan a un momento de paz y tranquilidad, acostumbrados a dar reposo y sosiego desde siempre. Un somero bocado y un trago largo de agua, completan la paz que necesita el espíritu. Es otro de esos momentos mágicos que no podemos ni debemos dejar de lado, es la mejor recompensa del caminante.
Se reanuda la marcha e intencionadamente nos perdemos por las callejuelas de Atalbéitar, surcadas por acequias subterráneas que ven la luz en algunas callejuelas y tinaos. A la salida del pueblo dejamos un pequeño lavadero a la derecha y seguimos por un sendero que baja y sube para salvar el barranco del Castañar y después, bruscamente, se convierte en carril que girando fuertemente a la izquierda se empina, salvaje y zigzagueante, hasta llegar a Pórtugos, nuestro siguiente destino.
Pórtugos, municipio limítrofe con el de La Taha (1.313 m.s.n.m.). De nuevo a callejear por el pueblo, pasando junto a su espléndida iglesia y ayuntamiento para, girando a la izquierda tomar el camino que baja hacia la Fuente Agria y la Ermita de la Virgen de las Angustias. Este punto que ahora visitamos, fue mencionado en sus crónicas por el escritor Pedro Antonio de Alarcón y un mosaico se encarga de recordarlo a los visitantes. Hay que cumplir el ritual de beber en la fuente de aguas ferruginosas, aunque sea por probarla y por el oscuro ventanuco asomarse al interior de la ermita para contemplar sus misteriosos adentros. El sabor de las aguas de Fuente Agria es algo fuerte, casi picante y ferruginoso. Ese sabor se pierde al hervir el agua y antiguamente era utilizada para teñir la lana de color negro.
Con mucho cuidado, y por la izquierda, avanzamos ahora por la carretera GR-4132 unos 500 metros para volver a girar a la izquierda siguiendo el GR-7 que por entre huertos y campos sembrados nos acerca a las inmediaciones de Busquístar, no sin antes detenernos en otra caudalosa fuente que generosa nos da la bienvenida.
A otro lado del invisible curso del río Trevélez, vemos la carihuela que sube hacia las minas de hierro del Conjuro, hoy abandonadas y desde las que, cuando estaban en explotación, se transportaba el mineral a través de las vagonetas por un cable aéreo capaz de llevar 100 toneladas de mineral a la hora y a una velocidad de 3 metros por segundo. El cable aéreo tenía una longitud de 17.800 metros y sustentado por 107 castilletes metálicos, trasladaba el mineral hasta el punto de descarga, en Rules.
La tradición popular cuenta que a través de los cerros del Conjuro y Corona corre un río subterráneo.
Busquístar, municipio limítrofe con el de Pórtugos (1.136 m.s.n.m.) Descendemos hasta la plaza de la iglesia que dispone de un amplio mirador hacia el profundo barranco por el que transcurre el río Trevélez, que presentimos baja rápido y alegre hacia el albacete de Órgiva, dando aquí por terminada esta ruta.